A mediados del siglo XIX, hubo una confusión en China en la fabricación de determinado té. Ese té era el de la región de Keemun.
Hasta ese error, este té siempre había sido procesado como un té verde.
Un ejército imperial estaba pasando a través de una parte específica de la provincia de Anhui o Ahwei. Era el área en el que se recogía y procesaba el té de Keemun. Un oficial de alto rango necesitaba acuartelar a sus oficiales para pasar la noche, y el único espacio lo suficientemente amplio disponible era una fábrica de té.
La fábrica estaba en el proceso de manufacturar Keemun (dialecto quemon-mandarín). El oficial imperial echó a los trabajadores de la fábrica, aunque estaban en pleno proceso de un lote de té, y tomó la fábrica para sí.
Los oficiales se quedaron sólo una noche y se fueron a la mañana siguiente. Después de que se hubieron ido, los trabajadores de la fábrica se apresuraron a inspeccionar el té. Se había convertido de forma natural en té negro porque no había sido tostado para evitar el proceso.
El Maestro de la Fábrica de Té probó el nuevo té así facturado y dijo que era excelente.
Desde ese momento, el Keemun fue procesado como un té negro, aunque todavía se fabrica algún raro y caro té verde Keemun.
Puede que esa historia sea sólo una leyenda, porque hay otras teorías sobre cómo en Keemun se cambió la forma de elaborar el té y pasó de verde a negro.
Puey Long es un proceso de fabricación del té que le imprime cierto “espíritu”. Significa “fuego impetuoso”. Los tés Keemun más raros y caros atraviesan el proceso Puey Long. El Keemun está fuertemente retorcido. Si se mira la hoja de un Keemun caro, se puede ver la configuración retorcida.
Esto se aplica, por supuesto, a los grados altos de Keemuns como el Mao Feng y el Houins. Para impartir ese giro, se necesita hacer lo siguiente en la fábrica de Keemun.
El té, después de haber sido secado y ligeramente enrollado, se vuelca en una gran bandeja de bambú donde se mantea a mano unas trescientas o cuatrocientas veces. A esto se le llama “abolsar” o “achingar” (por “hacer ching”) el té. Esta operación consume mucho tiempo, pero da como resultado la oxidación de las hojas y vuelve sus extremos rojos. No es enrollado por una máquina.
Esta hoja ligeramente oxidada se lleva al Quo, una sartén de hierro poco profunda que se pone sobre el horno de ladrillos. La hoja se tuesta en esa sartén y después se vuelca en unas bandejas para que sea enrollada a mano. El Maestro del Té manipula las hojas en formas enroscadas pasando por encima sus manos contra los lados de la bandeja. Una hoja muy enrollada del calibre de un Keemun Mao Feng requiere que él pase por toda la bandeja el mismo número de veces que la bandeja fue manteada, es decir, trescientas o cuatrocientas veces.
Las hojas se llevan otra vez al Quo, se tuestan de nuevo, se mantean de nuevo y se vuelven a enrollar. Este proceso de enrollado y tostado se repite tres veces.
Esto es lo que imparte al té el espíritu del té. Y el espíritu del té es lo que recibes cuando bebes té.
El té no fabricado a mano como el que se hace en India, Ceilán u otras instalaciones comerciales, no se procesa con un método que le dé espíritu. Simplemente proporcionan una gran cantidad de té a la población mundial de bebedores de té, a la gran mayoría de los cuales no le importa si el té tiene espíritu o no.