Qué es el chaísmo

Tetera calentándose en una hoguera en el campo
Fotografía de Zakirchum en Wikipedia

Okakura Kakuzō utiliza la palabra teaism, chaísmo, para referirse al cha-do japonés, el camino del té. Chaísmo es una forma de vida. Ha influido en la cotidianidad japonesa desde las reuniones sociales hasta la arquitectura, pasando por el arreglo floral y la literatura.

La palabra “chaísmo” proviene del portugués chaismo, y es la traducción de teaism que Natalio Cardoso propuso en su versión anotada y en castellano de “El libro del té”, de Okakura Kakuzō. Tal y como Cardoso indica en su prólogo,

“Para el término inglés teaism utilizado por Okakura (y acuñado por él), he preferido la palabra “chaísmo”, tomada prestada de nuestros vecinos portugueses, en lugar de la traducción literal “teísmo”, ya que en castellano ésta se refiere a la creencia en deidades. Al fin y al cabo, “cha” es la pronunciación de la palabra “té” tanto en japonés como en mandarín, y el origen del término portugués. La falta de una palabra adecuada en castellano no hace sino demostrar lo poco inclinada al consumo y cultura del té que está nuestra civilización hispana.”

¿Por qué sí existe chaismo en portugués y no existía en español antes de que la utilizara Cardoso?

En portugués té se dice cha. Cha (茶) es la palabra actual, tanto en chino como en japonés, para “té”. Proviene del antiguo chino mandarín c’a, que derivó a ch’a en cantonés.

La palabra castellana “té” proviene sin embargo del término t’e (pronunciado “tai”) perteneciente al dialecto chino amoy de Fujian, perteneciente a las variantes Min del chino. La palabra pasó a Europa como resultado de los primeros contactos entre los comerciantes holandeses y los barcos chinos del puerto de Amoy, en la provincia china de Fujian. Dichos comerciantes adoptaron la palabra en la forma holandesa thee, que los españoles transformaron en “té”. Además del castellano, otros idiomas europeos adquirieron también esta forma, como el alemán (Tee), el italiano (), el danés, noruego y sueco (te), el húngaro y el inglés (tea), el francés (thé), el finés (tee) y el lituano (teja).

Los portugueses tuvieron en Asia una actividad independiente de la de los holandeses, lo que les llevó a adquirir su nuevo vocabulario de diferentes fuentes.

Así pues, hablemos sobre el chaísmo.

Okakura utiliza la palabra teaism, chaísmo, para referirse al cha-do japonés, el camino del té. Ya en el siglo XIX Matsudaira Fumai Harusato, Señor de Izumo y hombre de té, afirmaba que “… vivir alegre y satisfecho con lo meramente necesario es el cha-do […] Aquellos que guardan el cha-do para el sukiya no están correctamente educados en él.” Recordemos que el sukiya es el salón de té o habitación destinada a la práctica de la ceremonia del té.

El término lo utiliza el maestro Okakura Kakuzō para poner en contacto a la civilización occidental con los valores estéticos y filosóficos orientales. Abre “El libro del té” con este párrafo:

“El té comenzó siendo una medicina y se convirtió en una bebida. En China, en el siglo octavo, entró en el reino de la poesía como distracción gentil. El siglo XV vio cómo Japón lo ennoblecía para convertirlo en una religión de la estética, el chaísmo. El chaísmo es un culto fundado en la adoración de lo bello que existe entre los sórdidos hechos de la existencia de cada día. Inculca pureza y armonía, el misterio de la generosidad mutua, el romanticismo del orden social. Es esencialmente una veneración de lo Imperfecto, así como un tierno intento de consumar algo posible en esta imposibilidad que conocemos como vida.”

Pero no queda ahí el intento de hacernos entender lo que es el chaísmo. El autor pone como ejemplo la ceremonia del té japonesa, que

“… era un drama improvisado cuyo argumento se tejía sobre el té, las flores y las pinturas. Ni un solo color que perturbara el tono de la sala, ni un sonido que estropeara el ritmo de las cosas, ni un gesto que se entrometiera en la armonía, ni una palabra que rompiera la unidad del entorno; todos los movimientos ejecutados simple y naturalmente: éstos eran los objetivos de la ceremonia del té. Y, por extraño que parezca, a menudo era un éxito. Una sutil filosofía yace tras todo esto. El chaísmo era taoísmo disfrazado.”

¿Tan unido está el chaísmo, lo que superficialmente se podría interpretar como el culto a una bebida, a la religión? La clave está en considerar al chaísmo como una forma de ver la vida que elige su reflejo en la forma de tratar a un producto noble y la actividad social que se despliega a su alrededor, porque “todo el ideal del chaísmo es resultado de esta concepción zen de la grandeza en los más pequeños incidentes de la vida. El taoísmo proporcionaba la base para los ideales estéticos; el zenismo los hacía prácticos.” No es muy diferente al comportamiento de los seguidores de la fe católica alrededor de la hostia consagrada: un trozo de oblea investido de significado especial cuando está destinado a la ceremonia grupal de la comunión. La religión reflejada en un objeto concebido para el consumo.

El paralelismo podría ir más lejos: la iglesia y el sukiya, el sacerdote y el maestro del té, la misa y la propia ceremonia del té.

A pesar de que Okakura-sensei lo explica con una nitidez inigualable, otros autores posteriores han querido interpretar más allá el término chaísmo en un intento de llegar a comprender en profundidad algo intrínseco al Oriente que a nosotros se nos pierde. Incluso el propio Okakura lo busca en los autores del pasado, recordándonos que

“… el chaísmo es el arte de ocultar la belleza de manera que ésta se pueda descubrir, de sugerir lo que no te atreves a revelar. Es el noble secreto de reírse de uno mismo, de forma calmada pero rigurosa, y es este humor en sí mismo la sonrisa de la filosofía. Todos los humoristas genuinos pueden en este sentido ser llamados filósofos del té…”

Chaísmo es una forma de vida. Ha influido en la cotidianidad japonesa desde las reuniones sociales hasta la arquitectura, pasando por el arreglo floral y la literatura. Sin embargo, el té en Occidente tiene un carácter completamente distinto. Marian Cox lo expresa muy adecuadamente en Ventures in Worlds: “Hemos importado de Japón las hojas secas de la camelia, pero hemos dejado atrás ese chaísmo que contiene tantos pequeños secretos del arte perdido de la vida.”

En definitiva, el chaísmo es sencillez, es el placer estético en la escena a la que ya no se le puede quitar nada, es el saber apreciar las buenas cosas pequeñas en la grandeza sórdida del mundo, y encontrar en ellas el humor y el triunfo de la existencia. Chaísmo es el culto a lo bello en lo sencillo, no a lo rico ni a lo recargado. Es el poder sanador de una sonrisa, de la caricia del ser amado, de la flor solitaria. De una taza de té.

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